1.- PEQUEÑA HISTORIA
Para nadie es un misterio hoy en día que la inteligencia comienza con la actividad motriz coordinada e intencional y que todo el edificio del conocimiento y la configuración de la personalidad se sustentan en la interacción con el otro y en el permanente diálogo tónico-postural-emocional que posibilita la adaptación al medio.
Desde la creación del Centro, paulatinamente, tomamos conciencia de que las dificultades de aprendizaje provenían, en buena parte, de una estructuración incorrecta del esquema y la imagen corporales, y se concretaban en fallas en coordinación, movimientos finos y percepción espacial y temporal, sobre todo. Si a esto se le añade cierta desestructuración familiar y la conflictividad emocional que conlleva, en unos años en los que la exigencia del medio es máxima, se constituirá, sin lugar a dudas, un "problema de aprendizaje".
El abordaje de estas dificultades nos llevó a preocuparnos por introducir la Psicomotricidad en el aula. De esta manera, cada profesor/a tutor/a llevaba a cabo la sesión con sus alumnos/as y, para ello, cada sesión la discutíamos, la poníamos en común y la programábamos conjuntamente.
Muy pronto nos dimos cuenta que para impartir esta materia se necesitaba un espacio específico y unos materiales adecuados para lo cual tuvimos que considerar una recomposición espacial importante. Dedicamos una de las aulas exclusivamente para la Psicomotricidad, instalando parquet y adquiriendo los materiales básicos para su práctica. Es importante tener en cuenta que esto ocurría en los años 83 y 84, cuando en España empezaban tímidamente a entrar las influencias de las distintas prácticas psicomotrices, sobre todo, de la que se ha dado en llamar corriente francesa de la Psicomotricidad.
Al mismo tiempo tomamos conciencia de que uno de nosotros -el que suscribe- debía especializarse en la materia y en el futuro impartirla a todos los niños y niñas del Centro. Puesto que no existían -y seguimos igual- estudios oficiales de Psicomotricidad llevé a cabo mi formación en una escuela privada y, posteriormente, en el año 86, seguí el primer curso de especialización en Educación Física convocado por el M.E.C.
Después de innumerables debates y planteamientos en torno a la sesión de psicomotricidad, a los aspectos que había que introducir, a la secuencia y el orden de cada apartado, fuimos evolucionando desde una psicomotricidad funcional sobre la base de consignas y órdenes con una fuerte presencia del deseo del adulto, a un enfoque mucho más basado en la demanda del niño/a, que iba a potenciar más "lo surgido", lo espontáneo y en el que la intervención del adulto se producía no sólamente por el canal oral sino atendiendo a parámetros espaciales, posturales, gestuales, tónicos...
En estos últimos años, a partir del año 90, el atender a un alumnado con necesidades educativas graves y permanentes ha conllevado un doble reto: por un lado, un esfuerzo importante en el diseño del Aula de Psicomotricidad y la implementación de instrumentos adecuados para la intervención, y por otro la modificación de objetivos y secuencia de contenidos para contemplar las estimulaciones básicas (tactil, propioceptiva, vestibular, vibratoria) y profundizar en metodologías entre las que cabe destacar las de J. Ayres y A. Frhölich.
Desde la creación del Centro, paulatinamente, tomamos conciencia de que las dificultades de aprendizaje provenían, en buena parte, de una estructuración incorrecta del esquema y la imagen corporales, y se concretaban en fallas en coordinación, movimientos finos y percepción espacial y temporal, sobre todo. Si a esto se le añade cierta desestructuración familiar y la conflictividad emocional que conlleva, en unos años en los que la exigencia del medio es máxima, se constituirá, sin lugar a dudas, un "problema de aprendizaje".
El abordaje de estas dificultades nos llevó a preocuparnos por introducir la Psicomotricidad en el aula. De esta manera, cada profesor/a tutor/a llevaba a cabo la sesión con sus alumnos/as y, para ello, cada sesión la discutíamos, la poníamos en común y la programábamos conjuntamente.
Muy pronto nos dimos cuenta que para impartir esta materia se necesitaba un espacio específico y unos materiales adecuados para lo cual tuvimos que considerar una recomposición espacial importante. Dedicamos una de las aulas exclusivamente para la Psicomotricidad, instalando parquet y adquiriendo los materiales básicos para su práctica. Es importante tener en cuenta que esto ocurría en los años 83 y 84, cuando en España empezaban tímidamente a entrar las influencias de las distintas prácticas psicomotrices, sobre todo, de la que se ha dado en llamar corriente francesa de la Psicomotricidad.
Al mismo tiempo tomamos conciencia de que uno de nosotros -el que suscribe- debía especializarse en la materia y en el futuro impartirla a todos los niños y niñas del Centro. Puesto que no existían -y seguimos igual- estudios oficiales de Psicomotricidad llevé a cabo mi formación en una escuela privada y, posteriormente, en el año 86, seguí el primer curso de especialización en Educación Física convocado por el M.E.C.
Después de innumerables debates y planteamientos en torno a la sesión de psicomotricidad, a los aspectos que había que introducir, a la secuencia y el orden de cada apartado, fuimos evolucionando desde una psicomotricidad funcional sobre la base de consignas y órdenes con una fuerte presencia del deseo del adulto, a un enfoque mucho más basado en la demanda del niño/a, que iba a potenciar más "lo surgido", lo espontáneo y en el que la intervención del adulto se producía no sólamente por el canal oral sino atendiendo a parámetros espaciales, posturales, gestuales, tónicos...
En estos últimos años, a partir del año 90, el atender a un alumnado con necesidades educativas graves y permanentes ha conllevado un doble reto: por un lado, un esfuerzo importante en el diseño del Aula de Psicomotricidad y la implementación de instrumentos adecuados para la intervención, y por otro la modificación de objetivos y secuencia de contenidos para contemplar las estimulaciones básicas (tactil, propioceptiva, vestibular, vibratoria) y profundizar en metodologías entre las que cabe destacar las de J. Ayres y A. Frhölich.
2.-DISEÑO DEL AULA DE PSICOMOTRICIDAD
La Psicomotricidad se contempla en el Proyecto Curricular del Centro en dos ámbitos distintos: el de aprendizajes básicos y el del apoyo educativo. En cada uno de ellos conforma un área con objetivos, contenidos, metodología y evaluación diferenciados.
En la última reforma arquitectónica del centro, en el año 1994, se hace realidad el diseño del actual Aula de Psicomotricidad, fruto de la profundización en la materia de los años anteriores y con la idea de responder al reto que supone el encarar las necesidades educativas graves y permanentes de parte del alumnado que el Centro recibe. En este empeño hemos recibido el apoyo y la ayuda técnica de D. Fernando Laredo, arquitecto jefe de la Unidad Técnica de la Dirección Provincial de Educación.
Ocupa una superficie amplia en la planta superior del edificio, de alrededor de 90 metros cuadrados y 5 metros de altura, muy bien iluminada, dividida en tres espacios: el espacio del placer senso-motriz y estimulación corporal, el espacio del juego simbólico y el espacio de observación.
En la última reforma arquitectónica del centro, en el año 1994, se hace realidad el diseño del actual Aula de Psicomotricidad, fruto de la profundización en la materia de los años anteriores y con la idea de responder al reto que supone el encarar las necesidades educativas graves y permanentes de parte del alumnado que el Centro recibe. En este empeño hemos recibido el apoyo y la ayuda técnica de D. Fernando Laredo, arquitecto jefe de la Unidad Técnica de la Dirección Provincial de Educación.
Ocupa una superficie amplia en la planta superior del edificio, de alrededor de 90 metros cuadrados y 5 metros de altura, muy bien iluminada, dividida en tres espacios: el espacio del placer senso-motriz y estimulación corporal, el espacio del juego simbólico y el espacio de observación.
2.1.- Espacio del placer sensomotriz y de estimulación corporal.
Ocupa una gran zona del aula, eventualmente toda ella, y la mayor parte de las actividades giran en torno a la gran plataforma de estimulación laberíntica. Dicha plataforma consiste en un entramado metálico que accionado por dos motores eléctricos puede desplazarse verticalmente desde 1 metro en su parte inferior hasta 4 metros en la superior. Dicho entramado está cubierto por unos ajustados tableros de madera por arriba, y del que por abajo penden unos ganchos de los que pueden suspenderse todo tipo de elementos y aparatos. Igualmente en dos de las paredes del Aula existen varios cuerpos de espalderas que pueden combinar su utilización con determinada posición de la plataforma.
El hecho de que ocupe la parte central no es casualidad porque en torno a ella pueden promoverse actividades que están en la base de cualquier planteamiento educativo y terapéutico, a saber:
. Giros en los 3 ejes del espacio.
. Balanceos en todas las direcciones.
. Caídas desde cualquier altura.
. Control tónico postural.
. Conductas motrices de base: equilibración, coordinación
dinámica general y coordinación visomotriz.
. Relajación.
. Ejercicios de potencia y fuerza.
. Ejercicios de habilidad.
2.2.- Espacio del juego simbólico.
Es el espacio en el que tienen lugar las actividades que estimulan la imaginación del niño a través del objeto y de la relación con el otro. El juego, como lo entiende Vygotski (1984) y Piaget (1986), en la base del acceso a los lenguajes.
Los ejes vertebradores de este espacio los conforman el espejo en el que los niños/as se pueden ver de cuerpo entero mientras comunican y juegan, y la pizarra en la que pueden representar sus construcciones reales y también su mundo fantasmático e imaginario.
La intervención implica en primer lugar la capacidad de escucha y presenta características específicas. Los estudios de Vygotski/Elkonin (1980), Bruner (1989), P. Harris (1992) y R. Ortega (1990, 1992), entre otros, así lo confirman.
Estos dos espacios, si bien constituyen un itinerario por sí mismo educativo, no se dan en todas las sesiones y no es obligatorio el paso por cada uno de ellos.
La figura del psicomotricista es la que da envoltura a cada uno de los espacios y a todos juntos, constituyéndose en referencia, "contenedor", símbolo de ley y seguridad como explican Aucouturier y otros.
2.3.- Espacio de observación
Está constituido por una pequeña sala contigua al aula de intervención y en la que el/la tutor/a, mediante un cristal unidireccional, puede ver y oír todo lo que acontece relativo a la intervención y puede observar sin interrumpir las actuaciones del psicomotricista. Es, pues, una observación "pura" que aporta información muy valiosa tanto para el tutor/a como para el psicomotricista.
Ocupa una gran zona del aula, eventualmente toda ella, y la mayor parte de las actividades giran en torno a la gran plataforma de estimulación laberíntica. Dicha plataforma consiste en un entramado metálico que accionado por dos motores eléctricos puede desplazarse verticalmente desde 1 metro en su parte inferior hasta 4 metros en la superior. Dicho entramado está cubierto por unos ajustados tableros de madera por arriba, y del que por abajo penden unos ganchos de los que pueden suspenderse todo tipo de elementos y aparatos. Igualmente en dos de las paredes del Aula existen varios cuerpos de espalderas que pueden combinar su utilización con determinada posición de la plataforma.
El hecho de que ocupe la parte central no es casualidad porque en torno a ella pueden promoverse actividades que están en la base de cualquier planteamiento educativo y terapéutico, a saber:
. Giros en los 3 ejes del espacio.
. Balanceos en todas las direcciones.
. Caídas desde cualquier altura.
. Control tónico postural.
. Conductas motrices de base: equilibración, coordinación
dinámica general y coordinación visomotriz.
. Relajación.
. Ejercicios de potencia y fuerza.
. Ejercicios de habilidad.
2.2.- Espacio del juego simbólico.
Es el espacio en el que tienen lugar las actividades que estimulan la imaginación del niño a través del objeto y de la relación con el otro. El juego, como lo entiende Vygotski (1984) y Piaget (1986), en la base del acceso a los lenguajes.
Los ejes vertebradores de este espacio los conforman el espejo en el que los niños/as se pueden ver de cuerpo entero mientras comunican y juegan, y la pizarra en la que pueden representar sus construcciones reales y también su mundo fantasmático e imaginario.
La intervención implica en primer lugar la capacidad de escucha y presenta características específicas. Los estudios de Vygotski/Elkonin (1980), Bruner (1989), P. Harris (1992) y R. Ortega (1990, 1992), entre otros, así lo confirman.
Estos dos espacios, si bien constituyen un itinerario por sí mismo educativo, no se dan en todas las sesiones y no es obligatorio el paso por cada uno de ellos.
La figura del psicomotricista es la que da envoltura a cada uno de los espacios y a todos juntos, constituyéndose en referencia, "contenedor", símbolo de ley y seguridad como explican Aucouturier y otros.
2.3.- Espacio de observación
Está constituido por una pequeña sala contigua al aula de intervención y en la que el/la tutor/a, mediante un cristal unidireccional, puede ver y oír todo lo que acontece relativo a la intervención y puede observar sin interrumpir las actuaciones del psicomotricista. Es, pues, una observación "pura" que aporta información muy valiosa tanto para el tutor/a como para el psicomotricista.
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1 comentario:
me gusta muchisimo éste artículo,sobre todo el testimonio de como fueron los origenes del trabajo.Yo también soy piscomotricista y desde los años 80 vivo en España desarrollando la actividad en diferentes ámbitos., tanto a nivel de intervención como de foramción de la especialidad.
Me sentí muy identificado con vuestra experiencia.
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